Para Juan (nombre protegido) su día como reciclador de la calle empieza temprano. Alrededor de las 05:00 él se levanta para llevar lo que ha recolectado en el día anterior a vender cerca del estadio Capwell. La rutina de Juan se replica en la vida de más personas que, como él, viven en la indigencia y duermen en las calles.
La recolección de basura se da mientras Juan espera poder acomodar su ‘cama’, constituida por cartones en las veredas de la ciudad. La jornada de recolección de Juan y de otros recicladores es cuestionada por algunos dueños de casa porque desparraman la basura de las fundas. Su trabajo es desde las 20:00 hasta la medianoche.
Muchas veces el reciclaje genera conflictos, ya que este significa dinero para más de uno que se dedica al oficio. El producto del reciclaje diario se convierte en el único patrimonio de Juan y él dice cuidarlo y hasta enfrentarse con quienes pueden intentar quitárselo. Son comunes los robos y peleas entre los recicladores callejeros.
Frente a esa adversidad, Juan ha formado un grupo con tres compañeros. Ellos han decidido dormir juntos para protegerse y acompañarse. Un mecanismo para cuidarse es el de tomar turnos como guardianes mientras los tres restantes duermen en medio de la incomodidad y el frío.
Este sentido de comunidad, que para ellos es de suma importancia, se forjó en el Refugio Espíritu Santo (RESA), donde Juan conoció a sus tres compañeros de labores.
Una de ellas es Ana (nombre protegido), una extranjera. Cuenta que a pesar de su corto tiempo en el país, ella ya es parte de la comunidad del RESA, iniciativa con la cual ella está agradecida.
En el refugio, ubicado en un sector cercano al mercado de las Cuatro Manzanas, centro de la ciudad, ella conoció a sus tres compañeros.
Ana apunta con orgullo una diferencia entre los que acuden a este y los demás indigentes, pues se siente acompañada, dignificada y querida. Señala que ellos cuatro –y todos los que son parte del programa en el refugio– son “un grupo diferente”.
RESA funciona desde septiembre del 2017. Es un refugio diurno dedicado para dar a los beneficiarios un programa que tiene como fin devolver la dignidad a las personas que viven en la indigencia y de esa manera reinsertarlos a la sociedad, comenta Ney Galecio, coordinador de RESA.
Los servicios que ofrece el Refugio Espíritu Santo son de alimentación (desayuno, almuerzo y refrigerio), sanidad, higiene y acompañamiento.
El centro abre sus puertas a los necesitados a las 09:00 y culmina sus actividades a las 17:00. Está ubicado en la iglesia de Santísimo Sacramento, donde han adecuado un espacio en el cual está previsto que entren 60 personas. Al momento cuentan con la constante visita de 20.
Un paso importante para la reinserción de los beneficiarios es la reeducación de estos.
Para el coordinador, esto es posible puesto que los beneficiarios tienen lo que denomina “conocimiento de calle”. Lo que se debe hacer para que la reinserción sea posible es canalizar esa sabiduría de tal manera que el beneficiario pueda encajar en la sociedad, comenta.
A ocho meses de la inauguración del refugio se ha logrado la reinserción de nueve beneficiarios.
El programa implementado en el RESA se enfoca puntualmente en tres ejes, como lo llama Galecio, de la vida de los beneficiarios. El primero es el biológico, que es el que más atrae a los beneficiarios, pues este cubre servicios básicos como alimentación, limpieza, espacio físico y sentido de comunidad.
El segundo es el psicológico. Galecio afirma que este es importante, debido a que se abordan los “conflictos no resueltos”, que mucha veces son los causales de la indigencia.
El tercero es el espiritual, el cual consiste en acompañar el proceso de reintegración a la sociedad con misas semanales, dirección espiritual y demás actividades que ayudan al beneficiario a estar en paz consigo mismo. (I)
Fuente: https://www.eluniverso.com/guayaquil/2018/05/20/nota/6767667/refugio-brinda-alimento-busca-reinsercion-social
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